Estiro los brazos y de las palmas de las manos
me salen túneles de anillos que lo abarcan todo a la vez. Llevan mi energía al otro lado del Universo. Mis manos sostienen un
enjambre de galaxias distantes: bailo y creo sismos cósmicos
que reproducen al espacio. Mi enjambre está a unos 400 millones de años
luz hacia la constelación anfibia de Capricornio. La NASA la llama
Galaxy Group HCG 87, yo la llamo alma de árbol o bichos de diamante o mi
lejanía. Somos dioses sosteniendo mundos (galaxias, montañas, perros o
arañas, a todos nos toca algo distinto), creando ecos que desdoblan el
eterno fractal.
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